La popularidad de las criptomonedas crece cada día de manera exponencial. Son cada vez más los usuarios que las eligen, y por ende, son también abundantes las preguntas que las divisas virtuales suscitan en la población. Es por ello que, en este nuevo artículo de Luz Digital, nos dedicaremos a explorar uno de los interrogantes más difundidos en la actualidad: ¿cuál es la relación entre las criptomonedas y la contaminación? ¿Son estas perjudiciales para el medioambiente? ¡Acompáñanos a descubrirlo!
Definiendo las criptomonedas
Para quienes aún no conozcan demasiado acerca de las criptomonedas, nos detendremos un momento en su definición.
También conocidas como criptodivisas o criptoactivos, las criptomonedas son un medio digital de intercambio. ¿Qué quiere decir esto? Que cumplen con las mismas funciones de la moneda corriente, pero de un modo completamente digital. Estas utilizan métodos criptográficos (de ahí su nombre) para su administración, hecho que asegura la validez y seguridad de cada una de las transacciones financieras que se generan a partir de ellas.
No obstante, algo que las diferencia del resto de las divisas es que su funcionamiento está basado en una red de ordenadores descentralizados. Es decir, no son controladas por un único servicio o empresa.
Dichos ordenadores representan nodos repartidos a lo largo y ancho del mundo, y quienes se encuentran detrás de ellos son llamados ‘mineros’. Así, en cada uno de los nodos se controlarán las transacciones y se ratificará su validez.
Para continuar, veamos un poco más acerca de sus formas de funcionamiento y esclarezcamos cuál es el grado de contaminación asociado a estos procedimientos digitales.
¿Cómo funcionan las criptomonedas y por qué contaminan?
Como punto de partida debemos mencionar que no todas las criptomonedas tienen el mismo impacto ambiental. ¿A qué se debe esto? La respuesta la encontraremos en el funcionamiento de cada una de ellas, entre los cuales podemos identificar dos tipos:
1. Prueba de trabajo
La mayoría de las criptomonedas basa su funcionamiento en la tecnología blockchain, también llamada cadena de bloques.
Se trata de un sistema de minado o ‘prueba de trabajo’ que requiere que muchas computadoras estén trabajando a la vez para resolver las operaciones matemáticas que validarán una transacción. Quien primero las resuelve es recompensado con una criptomoneda, pero aquellos que no resolvieron el acertijo representan un gasto de energía eléctrica
2. Prueba de participación
El hecho de que no todas las criptomonedas conllevan los mismos niveles de contaminación encuentra sustento en este protocolo alternativo, que cada vez gana una mayor popularidad.
La prueba de participación es mucho menos intensiva con respecto a su uso energético, dado que sólo aquellos que tengan una participación en la propia criptomoneda pueden resolver los algoritmos que validan las transacciones. Sumado a esto, sólo algunos validadores serán elegidos para realizar esta operación, lo que se traduce en un menor gasto energético.
Nuevamente, quienes resuelven las operaciones son recompensados.
¿Cuánto consumen las criptomonedas basadas en la cadena de bloques?
No es sencillo estimar el consumo real de energía utilizada por este protocolo, dado que aún no se cuenta con un registro central que indique la cantidad de máquinas en proceso de minado y el consumo energético asociado a cada una de ellas.
Sin embargo, podemos elucubrar algunas estimaciones. ¡Sigue leyendo!
Niveles de contaminación asociados a la tecnología blockchain
El Bitcoin fue la primera criptomoneda e introdujo la modalidad de blockchain que hemos explicado anteriormente.
Por poner un ejemplo de sus niveles de contaminación, podemos tomar el caso de China: Se estima que era tanta la energía eléctrica consumida en el país asiático como producto del minado de bitcoin que se llegaron a producir cortes energéticos en diversas zonas.
Por este motivo, la actividad fue temporalmente prohibida al tiempo que el gobierno afirmaba que la actividad asociada a la tecnología de cadena de bloques estaba alejando a la nación de su objetivo de carbono neutral para el año 2060.
Ciertamente, existen divisas digitales con un consumo energético mucho menor, como Solarcoin, BitGreen o ADA Cardano. De forma semejante, la popular criptomoneda Ethereum realizará, en los próximos meses, el pasaje al sistema de prueba de participación. Esto garantiza que su consumo energético disminuya en un 99,9%.
El caso IOTA
IOTA es una criptomoneda que, durante algunos días, se convirtió en la cuarta en capitalización de mercado, justo por detrás de Bitcoin, Bitcoin Cash y Ethereum.
¿Qué la hace tan especial?
Aquí la respuesta: IOTA fue la primera criptomoneda fuera del sistema blockchain. En su lugar, utiliza una plataforma de nodos interconectados llamada Tangle: un sistema que requiere que cualquiera de los usuarios que quiera acceder a IOTA confirme dos transacciones ajenas antes de realizar la suya. Conozcamos algunas de sus caracerísticas:
- No existe la minería, como en otras criptomonedas. Esto hace alusión a que la resolución de problemas matemáticos que verifican las transacciones no puede llevarse a cabo libremente, sino que sólo quienes quieren operar con IOTA tienen el acceso a esta actividad.
- La verificación puede hacerse a través de smartphones u ordenadores. Esta característica pone un límite a las granjas de minado, dando como resultado la desaparición del inmenso gasto energético que conlleva este tipo de protocolo.
- Los usuarios que operan con IOTA no reciben un incentivo económico por cada verificación de transacciones ajenas, como sí sucede con el minado. La recompensa de realizar dos verificaciones es la posibilidad de hacer transacciones propias.
En suma, concluimos que existen criptoalternativas capaces de aumentar la sostenibilidad de este tipo de intercambio.
Los desafíos que nos plantea el avance de las criptomonedas
La creciente popularidad de las criptomonedas vuelve imperativa la implementación de tecnologías capaces de mejorar la eficiencia energética de las mismas.
Cabe resaltar que el consumo energético no es perjudicial en sí mismo, sino que su impacto negativo está directamente asociado a las fuentes de energía eléctrica utilizadas. Enfocándonos en las energías renovables – y centrándonos en el objetivo de reducir los usos del carbón, la gasolina, el gas natural o el diésel – será posible hacer un uso sostenible de las divisas digitales.
Actualmente se estima que el 40% de Bitcoin se sirve de fuentes renovables, mientras que el resto consume combustibles fósiles.
Abandonar estas prácticas energéticas dependerá, en gran medida, del apoyo a las tecnologías sostenibles que garanticen transacciones seguras sin atentar, en el entretiempo, contra la salud de nuestro planeta.
¡Hemos llegado al final de este artículo! Ahora, llega tu turno de interactuar en los comentarios para compartirnos tu punto de vista respecto de las criptomonedas y la contaminación. ¡Te esperamos!
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